Contesta despacio 🙂

1. Si tuvieras un tipazo y no engordaras ni un kilo… ¿harías ejercicio físico?
Sí – 1 punto
No – 0 puntos

2. Si tuvieras mucho dinero, ¿trabajarías en lo mismo y el mismo tiempo?
Sí – 1 punto
No – 0 puntos

3. Si no tuvieras stress, ¿meditarías o harías «yoga» o «mindfulness»?
Sí – 1 punto
No – 0 puntos


Resultados 🙂

Ahora suma el resultado de puntos.

Solo me interesa el «0 puntos».
La finalidad, el «para qué» rige las respuestas. Hacemos ejercicio físico para obtener algo, trabajamos para obtener algo y «meditamos» para obtener algo.

Es normal…

Lo único de este modo es que por costumbre olvidamos que los mejores estados de nuestro cerebro no se encuentran en el «para qué».

La sabiduría y el bienestar no llegan desde un «para qué».

Emergen cuando precisamente las cosas se hacen desde un lugar donde importa más el proceso que el resultado, donde practicamos actividades que no reportan beneficios inmediatos o tangibles, donde nos unimos a personas no solo en términos de productividad y donde vivimos no solo el futuro como  un lugar de metas sino de aprendizajes que la vida nos deparará.

Olvida las técnicas y los expertos, incluido el que escribe.
Reflexiona sobre si eso que haces está centrado en el conseguir (para qué) y se ausentó del ser (desde dónde).

La sabiduría y el bienestar emergen del «desde dónde»: sentido más que meta.

Queda dicho…