Es bello observar cómo las personas sueltan su cuerpo, relativizan el tiempo y tratan de apreciar sonidos, colores o formas… en la playa. Los estímulos son tan fuertes que uno deja paso a que el cerebro genere, aunque sea por instantes, sus neurotransmisores de bienestar.

Bienestar que no resuelve ningún problema pero que tiene mucho valor en sí mismo.


A través de lo externo, produces una droga interna… con la que te sientes bien. Así de sencillo… buscas el estímulo que desata una respuesta agradable.


¿Y ahora qué tal producir esa droga interna sin tanta dependencia de lo externo?


¿Qué tal tener una playa interna 365 días al año?

¿Y poder visitarla a través de un procedimiento que has vuelto tuyo?


Y es que una y otra vez se tiende a buscar esos estímulos fuera… para de vez en cuando generar el bienestar. Pero esa no es la aproximación inteligente, por habitual que sea.

Al fin y al cabo no tenemos siempre acceso a ese mar, a esa puesta de sol y a ese atardecer mágico.

Si a veces lo conseguimos el cerebro se acostumbra rápido y necesitas otro estímulo.

A veces es más simple que eso: al lado hay niños que gritan, personas que se quejan, mentes que chismorrean sobre lo absurdo, memorias personales que traen problemas y más problemas, o algún Yo-mi-me-conmigo que no sabe estar callado, en silencio, absorto ante la belleza.

De hecho llega a ser habitual: la incapacidad de permanecer absorto, tranquilo y sereno, embriagado de eso que se observa sin juicio o distracción. Una mente que no necesita parlotear tipo «qué bonito, qué frío, qué calor, qué feo, cómo se parece a ayer, cómo estará mañana». Percepción pura silenciosa y poco más.

Con todo esto va a ser que la mente de la playa no es muy estable… sino efímera y sujeta también a circunstancias internas. Es por eso que ni en circunstancias ideales la mayoría de personas pueden construir esa respuesta interna de bienestar.


La mente de la playa interna 365 es la que sirve. Es la que se cultiva siempre, en cada instante, cada día, como el escultor que va dando forma a su obra.


Esa mente 365 permite generar bienestar en uno mismo, sin creencias, humo, imaginación, visualización, vibración ni nada parecido.

Es la mente capaz de autoconocerse y generar su propia droga interna. El primer paso de la libertad es eso: generar bienestar a pesar de las circunstancias.

Y eso no es una decisión, ni se hace en 21 días, ni vale con querer. Es un conocimiento práctico, conocimiento que se adquiere, perfila, ajusta, mejora y se va logrando la maestría.

En ese momento si hay playa genial.

Si no la hay se cultiva la interna: 365, 24-7. Una pasada…

Merece la pena.

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