La encuentras a diario en periódicos, revistas, carteles, redes sociales, libros de autoayuda, cursos para empresas, en prácticamente todo el marketing, en el famoso empoderamiento, en las frases motivacionales y en un sinfín de formatos más. Nos podemos preguntar en qué circunstancias caemos aquí, en la “inteligencia emocional”, como una especie de cajón de sastre donde todo vale.

Lo cierto es que en su día nos ilusionó y ha sido sin duda positivo que nos fijemos y demos importancia a las emociones. Pero es tiempo de avances, de ver sus limitaciones, de tener un espíritu crítico sobre la sobrevaloración de la misma… y avanzar.

Como concepto, la IE debe su explosión a Daniel Goleman (1), divulgador  quien postula que debemos controlar impulsos, soportar los momentos difíciles con resiliencia hercúlea, motivarnos y motivarnos y por supuesto empatizar con los demás y conocer sus emociones.  Como mensaje todos estamos de acuerdo. En su alcance y procedimientos no tanto. 


Supuestamente para mejorar la IE y conocer a los otros bastará atender a sus expresiones faciales y gestuales, para así, a modo de presuntos Sherlocks Holmes conocer qué emoción está atravesando el otro. De Goleman, hemos saltado a Ekman (2), quien postuló que las expresiones emocionales básicas son universales, y que las podemos decodificar porque expresamos miedo, ira o tristeza de forma unívoca y todos igual. 


Es un gran problema para la IE partir de la supuesta universalidad de las emociones. Esta visión se centra en el individuo uniformado, “hollywoodiense” y globalizado. La IE defiende que alegría, miedo, tristeza, ira, desprecio, asco y sorpresa representan lo más selecto de nuestro mundo emocional. A través de la IE se pretende 1. conocer al otro y 2. empatizar con él.


El problema surge desde el inicio. Por un lado nuestra riqueza emocional es infinitamente superior a 7 emociones básicas. Si me reduces a esas 7, ¿realmente me conoces o más bien me limitas?

En segundo lugar la expresión prototípica de ira por ejemplo, según la neurociencia, no cursa en los individuos con un ceño fruncido y labios tensos. Cada uno expresa la ira de forma tan diferente que reducirlo a esa simplificación es grotesco. Ya nos hablaba Séneca en “De la ira” de todos sus vericuetos y variabilidad (3).


El tercer problema es el más grave. Al intentar prototipar las expresiones de las emociones, todo aquel que sienta miedo, ira o tristeza fuera del esquema será juzgado como que no ha expresado, y por tanto, sentido esa emoción, lo cual deriva en errores tremendos. Estos errores han costado billones de dólares como en el programa SPOT utilizado en aeropuertos para detectar en base a gestos y expresiones emocionales supuestos terroristas o delincuentes. Lo que realmente capturó ese programa fueron sesgos raciales de los responsables de las aduanas (4).


Las consecuencias peores han llegado a costar vidas humanas. La interpretación de los gestos de alguien, esperables y “correctos” en base a las emociones básicas, es tan sesgada y limitada que inocentes pueden ser juzgados porque no lo parecen y culpables pueden ser liberados porque parecen inocentes. Hace falta una aproximación más seria, es evidente y la IE y la detección de las emociones básicas mal llamadas universales no es el camino. El triste caso de Sandra Bland (ver documental en HBO) ejemplifica bien esta historia (5).


Las aplicaciones de la IE y sus 7 emociones no se quedan aquí. Se sigue diciendo a usuarios desde empresas de inteligencia artificial que pueden medir cuán contenta está su audiencia o que son capaces de generar un sonido personalizado de tu marca en base a cómo son los gestos y emociones de los usuarios cuando ven tu anuncio, tu web o tu foto. El problema es que en tanto se basan en los prototipos de las 7 emociones básicas el fracaso es garantizado. No es que falle la inteligencia artificial… es que ha sido entrenada bajo un modelo de  emociones que no tiene ninguna evidencia de fiabilidad y validez.


No está de más explicar algo sobre los prototipos. Cuando pienso en un perro viene a mi mente concretamente uno: el gran pastor alemán que me acompañaba en cada instante hace años y que añoro cada día. Sin embargo, todos sabemos que la mayoría de perros no son un pastor alemán de 54 kilos. ¿Vamos a considerar que todas las iras, las tristezas, los miedos se expresan igual? Si la respuesta es sí, como una y otra vez se pretende desde la IE, estamos viendo Labradores y Golden Terriers como mi pastor alemán o peor aún, no los vemos. Todo dicho.


Un ejemplo actual. En la investidura de Joe Biden, después de unos meses de intensa tensión y debate se le ocurrió reírse hemilateralmente, solo con un carrillo  (6). Varios analistas no tardaron ni un segundo en decir que era una expresión de desprecio porque así lo dice el FACS (sistema de codificicación emocional de Paul Ekman) en su modelo de emociones básicas. El problema es que quizá, solo quizá, una persona de 77 años, tras meses de viajes y enorme tensión no tuviera energía suficiente como para mover dos carrillos a la vez. No solo eso, podría ser que en ese instante lejos de estar sintiendo lo que dice, estuviera recordando otro evento y la expresión vista no correspondiera en absoluto a lo que decía. Eso no sería incoherencia ni sospecha ni engaño ni nada parecido… sino algo tan natural como un ser humano que tiene mente. Algo más importante todavía. Cuando en 2016 Joe Biden se ríe a pierna suelta con dos carrillos en un programa de TV de su contrincante republicano, no es considerado desprecio porque no hay asimetría en su boca (7). No es camino éste, queda claro. 


Esta visión de las emociones bebe además de un antropocentrismo cultural tan exagerado que cuesta ya explicar sus limitaciones. Por si acaso lo intento: no somos la medida de todas las cosas y existen enormes diferencias individuales (y culturales) que aportan riqueza, biodiversidad, matices, colores, distinciones que son las que precisamente nos hacen humanos. Lo siento pero yo me río a mi manera y expreso mi alegría a veces con cara de alivio, a veces con cara de ¿? Hay mil “caras” para una expresión y a veces la misma cara para expresiones diferentes. Así lo explica la neurociencia en numerosos estudios (8).


Igualar a los humanos emocionalmente, tanto en la forma de sentir las emociones como en su expresión es categorizarlos a modo de “Un Mundo Feliz” de Huxley. Parecen esperar todos su ración matinal de soma con IE. Cuando me igualas de esta manera me uniformizas y por tanto soy muy predecible para ti. De hecho seré bueno si tengo una adecuada IE y seré raro cuando mi IE no encaje en tu modelo reduccionista. ¿Te suena? ¿Es eso empatía o reduccionismo absurdo?


Y es que mientras la IE está centrada en leer las emociones con el FACS universal y de hacer meditación para el stress de las emociones no adecuadas, permanece ajeno a lo social. Todo se ha reducido al individuo. La clave de tu éxito real no está solo en reducir tu stress, leer 7 emociones de los demás y utilizar la frase motivadora del lunes. La vida y la sociedad son más complejas y tienen estructuras sociales, culturales, históricas y contextuales que influencian y condicionan a los individuos, tanto o más que su propio esfuerzo.


La Inteligencia Emocional, tal como está concebida, ha movido por tanto al individuo hacia lo predecible. Por un lado le coloca en el centro y responsabilidad de todas las cosas, lo cual evita cualquier conocimiento social o contextual. A su vez le anima a evitar la inteligencia porque el foco principal es sentir sus emociones, algo que dista mucho de los conceptos de reflexión, análisis, creatividad o imaginación, tan necesarios. Incluso se centra tanto en la comunicación y la enfatiza de tal modo como si todo fuera “comunicación”, que la intimidad o el mundo interno quedan reducidos al ridículo. En esa obsesión comunicativa propone uniformar al otro para que se ría como uno debe reírse, mostrando los dientes, y que se enfade como uno debe enfadarse, o sea, frunciendo el ceño, aunque los estudios científicos demuestren una y otra vez lo contrario.


En definitiva conocer las emociones de los demás no puede ser alcanzado a través del prototipado, el cual juzga y uniformiza con serios vestigios del Síndrome de Procrusto. Hace falta muchísimo más para conocer y empatizar con el otro que la mera expresión no verbal de lo que el otro nos parece. Conocer al otro por su comportamiento no verbal es a todas luces insuficiente y además muy  arriesgado. Lo siento por Goleman, pero Freud, Jund y Adler siguen vigentes.


Una IE así, tan centrada sobre estos aspectos, tan uniformada y hollywoodiense, tan entendible fácilmente en un fin de semana, se antoja tremendamente limitada, incluso para los objetivos que pretendía alcanzar. 

La sabiduría y el bienestar no llegan precisamente por trabajar la IE y sus prototipos sino por un entrenamiento integral de la mente humana.​​


(Continuará)

Referencias

1.      Goleman D. Inteligencia Emocional. Barcelona: Kairós, 2001
2.       https://www.paulekman.com/
3.       https://www.businessinsider.com/tsa-spot-program-is-scientifically-bogus-2015-5
4.       https://es.hboespana.com/movies/vida-y-muerte-de-sandra-bland/3b1f95c-00fe50831f9
5.       https://youtu.be/4ph8dqqlsKI
6.       https://youtu.be/CptqDRfn_-M
7.      https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC2225544/